Buscar este blog

lunes, 30 de noviembre de 2009

MAS ACTUALIDAD

Editorial

Agua y política

Desde hace meses, en el norte provincial esperan el agua como si en eso se les fuera la vida. Y el concepto es literal, porque la sequía no sólo arruinó innumerables cosechas, sino que se cargó a miles de animales y provocó varios suicidios entre los productores, cansados de ver cómo el trabajo de años -incluso de décadas- de muchas familias se iba al tacho en medio de la escasez de agua y de políticas públicas. La semana pasada, ese sector recibió finalmente dos noticias positivas.
Aunque lo más importante sería que las buenas nuevas tuvieran continuidad en el tiempo. Algo difícil, si se tienen en cuenta los antecedentes.
Por empezar, el norte de la Provincia fue anfitrión de un huésped que cada vez visita menos aquellos pagos: la lluvia. Inmersos en un período seco, que obligó a los especialistas a ahondarse en los registros para ubicar un fenómeno similar en el pasado, los habitantes de muchas localidades del departamento 9 de Julio, quizás el más castigado de los distritos norteños, no podían creer lo que veían sus ojos días atrás, cuando en apenas una hora había caído la misma cantidad de agua que en todo un mes. En Tostado, sin ir más lejos, la precipitación alcanzó los 80 milímetros entre la tarde del miércoles y la mañana del jueves.
Claro que habrá que esperar unas semanas más para determinar si estas lluvias fueron un oasis en medio del desierto, o son el inicio de un ciclo húmedo que permita, de una vez por todas, que la zona norte de Santa Fe pueda ponerse de pie. En la actualidad, la sequía no ha dejado sector sin alterar. Porque al desarticular por completo a la producción provocó el derrumbamiento del comercio, dejando a cientos de personas en la calle, con el consiguiente desastre social que eso conlleva. Por ahora, todo hace pensar que se necesitarán varios años para que la situación se modifique sustancialmente, al menos desde el punto de vista climático.
Más allá de elevar sus plegarias al cielo pidiendo que llueva, las localidades del norte se han movilizado intensamente en el último tiempo para hacer oír sus reclamos. Sus pobladores han realizado asambleas, movilizaciones y marchas. Han enviado cartas y entregado informes y petitorios a las autoridades. Todo, en pos de obtener ayuda para sobreponerse a los problemas. Pero los resultados no han sido los esperados.
Por fuera de camiones cisterna, bombas y alguna obra menor de infraestructura, la asistencia estatal no ha sido precisamente la ideal.
Incluso el problema habría sido bastante menor si la política hubiera logrado destrabar cuestiones que son casi imposibles de creer. Porque no resiste ningún análisis sensato el hecho de que, en pleno siglo XXI, una provincia como Santiago del Estero siga disponiendo "a gusto y piacere" del manejo del río Salado a través de diques y represas, regulando la cantidad de agua que baja hacia Santa Fe.
El pasado martes, y ante la presión de sus pares santafesinos y del peso de la propia y acuciante realidad del norte provincial, las autoridades santiagueñas dispusieron la apertura de la represa ubicada en Colonia Dora, posibilitando que un mayor caudal corra río abajo. En concreto, por el mencionado dique comenzaron a pasar 4 metros cúbicos de agua por segundo, cuando antes pasaban apenas 1,4.
En rigor, Santiago del Estero no tendría que dejar pasar tanta agua.
Porque si cumpliera con el acuerdo de 1996, por la represa de Colonia Dora deberían pasar unos 3 metros cúbicos de agua por segundo. Pero de aquel lado nunca se cumplió y de este lado nunca se hizo cumplir. Por si todo esto fuera poco, es un hecho que la actual situación no perdurará demasiado, ya que en pocas horas más la Provincia que gobierna Gerardo Zamora volverá a cerrar sus compuertas para asistir con el riego a sus explotaciones agropecuarias.
Por estos días los habitantes de Tostado, y del resto de los pueblos del norte santafesino, esperan que continúen las lluvias y que las autoridades les otorguen soluciones concretas, como por ejemplo un acueducto que les permita no tener que depender de caprichos y arbitrariedades ajenas para contar con el vital elemento. A juzgar por los antecedentes, deberían depositar sus esperanzas menos en la tierra que en cielo. Porque en la Argentina, el agua y la política parece que no se mezclan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario